miércoles, 10 de junio de 2009

La alegría es sólo brasilera

Si de política y crecimiento se trata, no hay que hacer un esfuerzo supremo para encontrar una dicotomía: crecer mucho y ganar votos, resignando -tal vez- un crecimiento sostenido a futuro (el llamado "recalentamiento"); o crecer moderadamente, resignando ahora votos, pero garantizando un alza del producto continuada en el tiempo. El caso argentino reciente, muchas veces, se termina explicando a través de estos caminos supuestamente opuestos (pienso yo que aplicar esta receta conceptual no teniendo en cuenta particularidades históricas es un error demasiado fuerte, en el que se termina cayendo vez tras vez, y que en verdad requeriría un análisis más profundo del esgrimido por los argumentos políticos y periodísticos que lo sostienen). Pero hoy no vamos a hablar de la Argentina.

Es en esta discusión donde Brasil entra como el caso raro. Una frase de Obama, de hace unos meses, basta para explicarlo: "Lula es el político más popular de la tierra". Y sí, Lula es desde hace tiempo un político con una aceptación mucho mayor a la de cualquier otro en el mundo. Pero la cuestión no queda ahí... Brasil acaba de entrar en la denominada "recesión técnica", o sea, dos trimestres consecutivos de caída del PBI, y es en ese contexto donde la popularidad de Lula llegó a sus máximos históricos. Dice el Cronista de hace unos días: "La entrada en recesión técnica se produce en momentos en que el mandatario cuenta con un 80% de popularidad, según el último sondeo realizado por el Instituto Ibope, difundido ayer".

Veamos un gráfico para entender un poco más la situación. En un eje, el crecimiento, en el otro el porcentaje de aceptación (o sea, la imagen positiva) de Lula entre el pueblo de Brasil. Los datos salen de las encuestas que realizan periodicamente Pesquisa CNT/Sensus, públicas para ver online. En las series se ven argumentos y contraargumentos a la hipótesis que comentamos al principio: con menor o mayor cercanía, la series de PBI e imagen positiva, evolucionan de forma sumamente similar entre agosto de 2004 y septiembre de 2008. Eso quiere decir: cuando la economía estaba bien, la gente miraba con mejores ojos a Lula; si la actividad se frenaba, el disgusto crecía. Pero ahí es cuando entra el cuarto trimestre del año pasado a romper con este esquema: el PBI se derrumba -crisis de por medio- y la imagen sigue subiendo.

Lejos está de poder darse una explicación exhaustiva a este comportamiento, pero sí se pueden aventurar algunas hipótesis que podrían estar detrás:

1)
la evolución positiva de la imagen de Lula no estaba relacionada con el crecimiento del país, sino con el tipo de gestión que estaba realizando. Cuando el presidente dice "fuimos los últimos en entrar en la crisis, y vamos a ser los primeros en salir", la gente le cree.
2) la crisis abrió las puertas para que Lula mostrara -aún mayores- dotes de gran político. La contemporaneidad no permite hacer comparaciones correctas, pero Churchil y Roosvelt son ambos frutos de las crisis.
3) comprender que la baja económica nació fuera de Brasil, podría llevar a exhonerar a los políticos locales, y apreciar luego el trabajo que estos hacen para subsanar problemas que no crearon.

De todas formas, si se observa bien la serie, se puede encontrar una caída en la imagen para principios de 2009, recién llegado el estallido económico mundial a tierras cariocas. Esto pareciera mostrar una tradicional reacción entre la gente, donde se asoció la mala economía con el mal manejo político. No obstante, la serie muestra que los movimientos posteriores, las respuestas y la cintura de Lula, tuvieron efecto, y volvieron a colocar a éste en lo más alto del podio encuesteríl (la línea azul no sólo sube con fuerza para Mayo de 2009 -el último dato del gráfico- sino que también lo hizo en Junio, como se lee en el artículo del Cronista). Lula, queda entonces como la excepción a la regla, y el culpable de que una hipótesis, al menos en Brasil, quede por el piso.

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