Consumir, consumir y consumir. La misma palabra, repetida tres veces, como un simple pero fuerte retrato de la mente del americano medio. Es que en Estados Unidos el consumo es la fuente, por así decirlo, de la juventud divino tesoro. Negarlo sería algo tan miope como negar la crisis económica mundial actual. Porque, además, es esta, probablemente, la mayor crisis de sobre-consumo de la historia. Expliquemos: en los últimos 10 años -por poner una fecha- los estadounidenses se dedicaron a consumir y a prometer. Consumir lo que viniera, de donde viniera (lease Estados Unidos, China, Japón, Europa, etc...) y prometer que ellos pagarían por todo lo consumido, en tiempo y forma (la mejor forma de prometer, recordemos, es dar un billete a cambio de un objeto... de ahí las reservas verdes de China). Pero esas promesas se incumplieron, y ahí comenzaron los problemas.
¿Qué pasa cuando todas esas posibilidades de consumo se terminan?
Dejar de consumir es un acto complicado. Más aún si, en el tiempo pasado, el consumo se hacía cada vez más fácil de concretar: comprar casas con hipotecas, televisores con tarjetas de crédito, etc. De ahí que la solución sea el rebusque, tanto por parte de los consumidores como de los vendedores. Ya habíamos visto en este post cómo los americans estaban cambiando sus hábitos de consumo, pero este dato es más concluyente: desde que estalló la crisis la gente en Estados Unidos se interesó más en buscar cupones de descuento (los llamados coupons) que en entender de qué venía la debacle económica.
Gracias a Google Trends se puede ver cómo el número de búsquedas de cupones de descuento en internet pegó un salto con respecto a sus niveles tradiciones ni bien empezaron con fuerza los problemitas financieros/reales. Hay un dato curioso extra: existe un rezago en la búsqueda de "cupones" con respecto a la búsqueda de las palabras "dow jones" y "crisis". Mientras que el pico que tienen estas dos últimas es para octubre, el de los cupones es en diciembre (Navidad de por medio), manteniéndose bastante más alto que de costumbre a posteriori. Pareciera que la gente se interesó por los problemas económicos esporádicamente, y luego volvió a su vida normal, y a intentar mantener sus niveles de consumo habitual.
Para terminar con el tema, tal vez sea interesante escuchar algunas de las cosas que dijo Obama el viernes al lanzar el nuevo marco regulatorio para las tarjetas de crédito (un esquema que le hace la vida más fácil a muchas de las personas que, en años anteriores, gastaron más de lo que ahora pueden pagar):
"Obama made clear that he didn’t champion the changes with the intention of helping those who buy more than they can afford through “reckless spending or wishful thinking.”
“Some get in over their heads by not using their heads,” the president said. “I want to be clear: We do not excuse or condone folks who’ve acted irresponsibly.” "
El futuro del consumo se está regulando hoy en Estados Unidos: es una de las tantas cosas que pretende encaminar Obama, para la nueva nación americana que quiere fundar. Si es una cultura de frugalidad y ahorro la que se busca, la desesperada atracción por los descuentos, no muestra un buen porvenir.
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