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domingo, 2 de agosto de 2009

Politiquerías

Nuestro ex-minister Martín Lousteau decía el otro día en “Palabras más, palabras menos” que una buena negociación era sólo aquella donde todas las partes involucradas perdían algo. Y en época de negociaciones estamos, por lo que creo que es una buena oportunidad para internarse en el tema.


En ese sentido, me resultaron curiosos algunos extractos de La Nación y The Economist de los últimos días, donde se hacía referencia al diálogo, el presidencialismo, y las negociaciones en la Argentina, Estados Unidos y España. Todo inclinado, obviamente, hacia las consecuencias de estas cuestiones sobre el devenir económico. Veamos.

Cuando el gobierno anunció que "recortaría los superpoderes" y sólo le permitiría al Jefe de Gabinete reasignar partidas con un tope del 5% del presupuesto (idéntico a lo que sucede en la Capital Federal), Joaquín Morales Solá nos decía esto:

"¿Quién le ha dado al jefe capitalino la potestad de certificar lo que es correcto o incorrecto en el gobierno de las cuestiones públicas? Un ejemplo contrario podría desarmar los argumentos de Cristina Kirchner y de Macri.


Vamos a él: Barack Obama asumió la presidencia de los Estados Unidos cuando no sabía si su país estaba ingresando en otra Gran Depresión. El flamante presidente norteamericano confeccionó un paquete de medidas excepcionales y lo envió al Congreso para su aprobación. Nunca pidió facultades especiales y los legisladores lo obligaron a negociar, a explicar y a ceder. Era el mejor momento político de Obama como líder de su país y del mundo."

Sin embargo -paradojas argumentativas mediante-, la actitud republicana de Obama que Morales Solá ve como un logro, el Economist la tilda de flaqueza:

"A president plainly should not ignore Congress. But Mr Obama has veered to the opposite extreme. Although he has a White House stuffed full of first-rate policy wonks, he has repeatedly subcontracted the big decisions—the $787 billion stimulus bill, cap-and-trade, health reform—to the Democratic leadership in Congress. At times Mr Obama’s role has seemed limited to deploying his teleprompter-driven oratory to sell whatever Congress proposes to the public, even before it is clear what exactly those proposals amount to."

La distancia, innegablemente, hace ver en los defectos que algunos marcan, los ejemplos a seguir en tierras propias.

El tercer artículo en cuestión -también del Economist- aborda la crítica situación económica de España. Se argumenta ahí que la negociadora actitud de Zapatero lo condujo a tener un gobierno muy resistente a la marea de la crisis, pero que sus tratos han sido contrarios a las posibilidades de revertir los números rojos que aquejan esos lares (qué más explícito que el título de la nota: "When good politics is bad economics"). Cuentan:

"In clearing his desk, Mr Zapatero pulled off a couple of deals that will shore up his position. First, he clinched an agreement over changes to the financing of Spain’s autonomous regional governments (see article). This will give more money to Catalonia, and should earn him the backing of Catalan nationalist parties for the budget vote in parliament in the autumn. Without their support, the budget might bring down his government, since his party lacks a parliamentary majority. Second, he sided with the trade unions to block demands from business leaders to reform Spain’s two-tier labour market. That has seen off the risk of a general strike."

La casa gana (o, lo mismo, pierden todos). No hay negociación en la que todos ganen y salgan contentos. Tal vez, como dijo Martín, eso esté en la esencia de negociar. Pero en épocas de diálogo, como las actuales, es bueno tenerlo en mente.

viernes, 24 de abril de 2009

Lejos del fin

La luz en la boca del tiburón. Eso muestra la tapa de la última edición del Economist. La cuestión que plantea es que, aún lejos del fin de la crisis, el mundo y sus políticos podrían verse tentados a darse algunas palmaditas en las espaldas, festejando las buenas nuevas que emergen lentamente ("Amid rising confidence, they will be tempted to pat themselves on the back").

Pero: ¿Qué pasa si todo es una pequeña farsa, un destello de una irrealidad? ¿Otra burbuja, luego de la burbuja?

"Optimism contains two traps, one obvious, the other more subtle. The obvious trap is that confidence proves misplaced—that the glimmers of hope are misinterpreted as the beginnings of a strong recovery when all they really show is that the rate of decline is slowing. The subtler trap, particularly for politicians, is that confidence and better news create ruinous complacency".

Sin dudas que la "complacencia ruinosa" no parece nada bueno. Sin embargo, el centro de la cuestión está en los profundos cambios de rumbo que una crisis mundial de estas dimensiones trae consigo. Los celebrados países emergentes (principalmente aquellos de Europa Oriental), ahora sólo representan una carga y un riesgo para los bancos del oeste, otrora felices acreedores. El mismísimo crédito y el exceso de consumo, se terminaron. El Estado es un ente bienvenido, pero mucho más endeudado. Y fue tan profundo el cambió en el panorama que el mismísimo Economist da su visto bueno -implora casi- a la intervención estatal: "The Depression showed how damaging it can be if governments don’t step in when the rest of the economy seizes up."

"Continuing joblessness, years of weak investment and higher public-debt burdens, in turn, will dent economies’ underlying potential."

Las sugerencias a las gobiernos, pese a estar orientadas a permitir la subsistencia de los mismos en estas condiciones, siguen teniendo cierta visión que dejaría a cualquier republicano reducido a unas migas:

"Rather than pushing up tax rates, they should think about raising retirement ages, reining in health costs and broadening the tax base. "

miércoles, 4 de marzo de 2009

Europa, Europa

Tres luces preocupantes (una especie de semáforo al estilo Clarín, pero sólo con rojos) son las que ve el Economist sobre el gran territorio de la Unión Europea. Riesgos financieros, conflictos políticos y colapsos en gran escala. Así de rápido, te los da para deglutir.

1) Riesgos financieros. Al parecer, los endeudados del este complicarían pronto a los del oeste (a quienes, digamos, tampoco les está yendo tan bien) por cuestiones de deuda:

“Yet if a country such as Hungary or one of the Baltic three went under, west Europeans would be among the first to suffer. Banks from Austria, Italy and Sweden, which have invested and lent heavily in eastern Europe, would see catastrophic losses if the value of their assets shriveled”.

”The big vulnerability for the Poles, Hungarians and Romanians, especially, arises from the debt taken on by firms and households in foreign currency, mainly from foreign-owned banks. What once seemed a canny convergence play now looks like a barmy risk, for both the borrowers and the banks, chiefly Italian and Austrian, that lent to them.”

2) Conflictos politicos. Rusia, nacionalismo, y populismos. Tres palabras que a los del norte -y mucho menos juntas- no les gustan para nada:

"Russia is itself in serious economic trouble, but its leaders remain keen to exploit any chance to reassert their influence in the region. Moreover, if the people of eastern Europe felt they had been cut adrift by western Europe, they could fall for populists or nationalists of a kind who have come to power far too often in Europe’s history."

3) Colapsos en gran escala. Según algunos, esto se acabó, y es sólo cuestión de que el primero tire sobre la mesa la carta de renuncia y se ponga a devaluar:

"Indeed, collapse in the east would quickly raise questions about the future of the EU itself. It would destabilise the euro—for some euro members, such as Ireland and Greece, are not in much better shape than eastern Europe. And it would spell doom for any chance of further enlarging the EU, raising new doubts about the future prospects of the western Balkans, Turkey and several countries from the former Soviet Union."

Las soluciones siempre implican mucha plata, al FMI, o, por ejemplo, la adopción acelerada del euro en países donde todavía no circula (países aún no preparados para adoptarlo, según las normas de la Unión).

Gracias MERCOSUR por
estar donde estás, y no complicarnos la existencia.